El cementerio como ecosistema singular

Por Miguel Angel Gallardo Ortiz, Ingeniero de Minas y Criminólogo

© 1997 COOPERACIÓN INTERNACIONAL EN TECNOLOGÍAS AVANZADAS (C.I.T.A.) SL

No resulta fácil sustraerse a los efectos psicológicos y a las clásicas valoraciones sociales sobre el camposanto, pero por motivos técnicos y científicos ésta es la primera obligación a la hora de considerar el riesgo sanitario y medioambiental del cementerio como pretende COOPERACIÓN INTERNACIONAL EN TECNOLOGÍAS AVANZADAS, SL <http://www.cita.es>

Abstrayendo conocimientos geológicos e hidrológicos por un lado, y los bioquímicos por otro, se debe modelizar un cementerio como un singular vertedero en el que algunas dimensiones, estructuras, climas y sustancias condicionan la filtración a los acuíferos subterráneos de los restos biológicos (lixiviación) y la proliferación de una fauna y flora relacionada con la putrefacción. Esto significa que el medio ambiente y la sanidad pueden verse también en un serio compromiso político, histórico, social y económico que precisa de nuevas técnicas, algunas inversiones y permanentes precauciones.

La putrefacción tiene lugar en varias fases que dependen de la humedad, temperatura y condiciones externas. Se observa que gran parte de las bacterias que sirven para digerir los alimentos en el intestino son, precisamente, las más activas durante la putrefacción, en la que se liberan gran cantidad de gases y líquidos. Pero nuestras propias bacterias no bastan, y son necesarias algunas más que tal vez no estén presentes en el terreno por lo que se tardará demasiado tiempo en realizar una correcta y completa putrefacción. Antes puede haber llovido mucho o haberse presentado algún otro microorganismo menos deseable.

La ingeniería, la construcción y el mantenimiento de cualquier cementerio debe tener muy en cuenta la geología y la hidrodinámica del lugar. Si los terrenos son permeables es posible que, incluso a cierta distancia, pueda aparecer contaminada el agua. Por el contrario, si son impermeables, es de temer que exista putrefacción sin oxígeno suficiente (anaerobia) dando lugar a plantas, bacterias y pequeños animales transmisores de enfermedades (patógenos) para el ser humano. Algunas epidemias sólo se han podido explicar por la influencia del cementerio como foco de infecciones y plagas.

No se puede olvidar que un cementerio no es un ecosistema natural. Ni siquiera en los grandes cementerios de elefantes se descomponen (catabolizan) tantos órganos en poco espacio, como el que hay en las sepulturas y nichos de muchos municipios. Los olores delatan muy bien los riesgos que el ser humano corre cuando vive en sus proximidades, y más aún, cuando se han de realizar exhumaciones, por lo que se debe insistir en todas las precauciones posibles.

Recientes estudios científicos aconsejan intervenir en el proceso de putrefacción que tiene lugar en los cementerios facilitando así a la Naturaleza la disposición de bacterias y enzimas (biocatalizadores) no patógenos capaces de descomponer los cuerpos mejor y en menos tiempo, prácticamente sin contaminación de aguas. También conviene seleccionar la mejor botánica para los cementerios según su clima. Se trata, en definitiva, de sanear y de aprovechar mejor el cementerio, lo cual consigue hacer mucho más habitables las zonas urbanas próximas equilibrando ecológicamente su flora y la microfauna.

Miguel Angel Gallardo Ortiz es Ingeniero Superior de Minas por la Universidad Politécnica de Madrid y Criminólogo por la Universidad Complutense. Trabaja en la empresa COOPERACIÓN INTERNACIONAL EN TECNOLOGÍAS AVANZADAS (C.I.T.A.), líder del proyecto IBEROEKA 116 en Internet con http://www.cita.es

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